sábado, 30 de diciembre de 2017

Nunca cojas trochas

                Según el Google Maps, desde mi casa hasta Obejo por el camino de Pozoblanco a Montoro en el primer tramo y por la estrechísima y muy poco transitada CO-6411 luego, hay 42,2 kilómetros, que Pablo y yo nos dispusimos a recorrer con buen ánimo a las 7:30 de la mañana, todavía de noche y lloviznando, aunque las previsiones de las webs meteorológicas anunciaban nubes y claros sin agua a partir de las 9.

                A partir de las 9, en efecto, cuando íbamos más o menos por el sitio conocido como Cañada de la Pila, dejó de llover y nos quitamos los impermeables, que ya no volvimos a ponernos en todo el día. Para entonces, el viento era leve, la temperatura era suave y el cielo estaba encapotado, es decir, se daban las condiciones ideales para la caminata, de manera que, tras hacer dos cortas paradas reponedoras de fuerzas, sobre las 14:20 estábamos junto a la desviación de El Comandante, después de haber subido el puerto de La Canaleja.

                Desde allí hasta Obejo hay unos diez kilómetros, lo que teniendo en cuenta que no eran de subida y el ritmo que traíamos, habríamos tardado en recorrer menos de dos horas, de manera que sobre las 16:15, como mucho tardar, habríamos concluido nuestro viaje.


                Esas eran las previsiones, pero ya se sabe que el camino es la mejor alegoría de la vida y que en el viaje y en la vida siempre es una tentación la senda más corta. A Pablo le habían hablado de un camino que, un poco más adelante de donde nos hallábamos, toma directamente la dirección de Obejo, con lo que se evitan algunos kilómetros. Y esa misma información nos la habían confirmado dos personas con las que nos habíamos topado aquella misma jornada.

                El caso es que tomamos la trocha según las indicaciones, pero a poco de iniciarla ya vimos que no sería tan fácil seguirla, pues tiene muchas bifurcaciones de caminos con firme igual o parecido y no está bien definida en los mapas ni en las fotografías aéreas. Con todo, fiándonos de nuestra intuición y de los móviles y con la confianza de que Obejo se veía en el horizonte cuando gateábamos algún cerro, tiramos para adelante. El móvil nos sirvió, además, para llamar por teléfono a un conocedor del lugar cuando la duda se volvió insoluble y para ser conducidos por él cuando a una duda siguió otra y luego otra.


                Ya se habrá figurado el amable lector por qué está entrada se llama como se llama, pero también podría referirse a los malentendidos. Lo digo porque a veces la información no fluye como debiera entre dos personas debido a un error inicial. El caso es que, porque no le habíamos dado la información adecuada, quien nos guiaba por teléfono pensaba que íbamos en coche y nos llevaba por pistas aptas para vehículos, a los que cinco kilómetros más o menos importan poco, como le importan poco si son de subida o de bajada. Importan, sin embargo, y mucho, para dos senderistas que llevan todo el día andando.

                Digo, finalmente, que después de andar y desandar algunos tramos y tomar pistas y gatear cerros, llegamos a Obejo a las seis en punto de la tarde, cayendo ya la anochecida, después de haber recorrido a pie más de 51 kilómetros, muchos de ellos por caminos de sierra.


                “Nunca cojas trochas”, le dije a Pablo en un bar de Obejo, remedando la moraleja de un cuento que me narraron en ahora no sé qué pueblo de Los Pedroches.

sábado, 25 de noviembre de 2017

Amigo de España*


                Casi todas las tumbas del precioso cementerio Inglés de Málaga tienen epitafio. Los hay que hablan del amor, de la eternidad, de la serenidad, de la familia, de la esperanza. Todos quieren recoger con unas cuantas palabras una idea que identifique a la persona allí enterrada. Uno de ellos, de especial sencillez, se compone de una frase singularmente corta en español: “Escritor inglés amigo de España”, dice. Consta en la tumba de Gerald Brenan.


                Visito el cementerio, en la ladera del monte Gibralfaro, un domingo soleado de noviembre, después del oficio religioso que se ha celebrado en la capilla anglicana de San Jorge, ubicada dentro del pequeño recinto, que fue la primera iglesia protestante construida en España. A mis espaldas, los feligreses degustan un refrigerio, ofrecido por el sacerdote, que me ha contestado en inglés cuando le he preguntado si podía entrar en la capilla. Frente a mí están las tumbas iguales de Gerard Brenan y su segunda esposa, la también escritora Gamel Woolsey, cuyo epitafio está en inglés (“Fear no more the heat of the sun”. No temas más el calor del sol).

Al fondo, los feligreses tomando el refrigerio a la puerta de la capilla
               “Escritor inglés amigo de España”, leo embelesado, una y otra vez. El epitafio no fue recomendado por el difunto, que ni siquiera quería ser enterrado, sino que su cuerpo fuera donado a la ciencia, pero recoge perfectamente el sentir de él mismo y de quienes lo querían. Brenan vivió en España la mayor parte de su vida y, cuando, ya muy anciano y con escasos recursos, fue internado en una residencia cercana a Londres, no pedía sino regresar a su querida España, donde finalmente murió en enero de 1987. Catorce años después, en 2001, su cadáver, que había permanecido en un recipiente de formol, agua y glicerina, fue incinerado y llevado a este cementerio, que también es jardín botánico, construido en terrazas desde las que se ve el mar por encima de los tejados, para descansar al lado de la que había sido su esposa durante tantos años.

Tumbas de Gamel Woolsey y Gerald Brenan
                “Escritor inglés amigo de España” resulta especialmente acertado y conmovedor para un hombre conocido por sus vecinos como don Geraldo, que viajó por el mundo y murió donde quiso, en España, un país tan poco amado por sus ciudadanos como amado por sus extraños. Un país que vivió durante el siglo XIX en guerra civil o preparándose para ella, lo que –según dicen– hizo comentar a Bismark aquello de que España es la nación más fuerte del mundo, porque sigue viva tras muchos siglos tratando de autodestruirse. Un país que vivió una guerra civil atroz en pleno siglo XX, de la que aún, casi un siglo más tarde, sigue sin pasar página, como si unos añorasen sus causas y otros añorasen sus efectos. Un país en el que los ciudadanos confunden el Gobierno (con mayúsculas) con el gobierno (con minúsculas), y hablan del gobierno del PP o del PSOE cuando se están refiriendo al Gobierno de España. Un país en el que muchos líderes son capaces de hundir al barco (España) con tal de matar a su capitán (Rajoy o Zapatero, por ejemplo). Un país de mil banderas y un himno sin letra, de gobernantes desleales, al que todos culpan de sus problemas y nadie atribuye sus éxitos.


                En el cementerio Inglés, no lejos de los de Gerald Brenan, reposan los restos de Jorge Guillén junto a los de su segunda esposa, Irene Mochi-Sismodi, que murió después que él. Jorge Guillén, que no era anglicano, vivió sus últimos días cerca de este cementerio, al que veía desde su balcón y tenía por un remanso de paz y un símbolo de tolerancia y multiculturalidad. Pidió ser enterrado aquí y aquí descansa. Como descansan los restos de otros muchos, casi todos extranjeros, a los que o el azar o una voluntad firme trajo definitivamente a estas tierras.

Tumba de Jorge Guillen
                Estoy en un cementerio anglicano. Veo a los feligreses hablando en la puerta de la capilla en un idioma que no es el mío pero ya no es tan extraño. Camino entre las flores y las tumbas. Veo el mar azul entre las ramas de los árboles. Siento la armonía del lugar. Pienso en la Historia de este país. Pienso en su presente. En su futuro. Y me digo: “Algo bueno debemos tener a pesar de todo, algo bueno debe tener España cuando hay gente de fuera que quiso ser enterrada aquí y, ahora que lo ha conseguido, descansa en paz para siempre”.
Interior del cementerio original

* Publicado en el semanario La Comarca

domingo, 22 de octubre de 2017

Nacionalismo e izquierda*

Para los nacionalistas, una nación no es una suma de individuos, sino una unidad anterior y superior al individuo, al que se instruye al estilo de las religiones o, en casos más extremos, al que se adoctrina y ampara como hacen las sectas. Si en las sectas el individuo es feliz aplicando las sencillas reglas de un catecismo y entregando la resolución de sus problemas al líder, que le enseña un camino de liturgias y cánticos que lo llevan al éxtasis, en el nacionalismo extremo el individuo es feliz aplicando las sencillas reglas de una ideología excluyente y siguiendo con himnos y banderas al líder, que le muestra el camino hacia un futuro pleno de venturas.

El nacionalismo, el romanticismo y el liberalismo nacieron a finales del siglo XVIII casi a la vez, auspiciados por la burguesía, que respaldó el concepto de soberanía nacional frente al poder absoluto del rey y lo dotó de un componente estético y emocional. A los creadores del nacionalismo nunca les importaron los individuos, sino el conjunto (la nación), que dominaban ellos en su propio beneficio, hasta el punto de que durante mucho tiempo se consideró que solo tenían derecho a voto algunos ciudadanos (los que tenían determinados bienes o un mínimo nivel educativo, por ejemplo) que actuaban como instrumento de la Nación, por ser los que contaban con más información o asumían una mayor responsabilidad. El nacionalismo siempre ha pretendido la exaltación de lo propio en perjuicio de lo ajeno, a lo que ha considerado inferior, igual que a los diferentes, siempre ha premiado, en fin, la desigualdad, y tiene en el fondo un componente supremacista.


Por eso, a los teóricos de la izquierda nunca les fue cómodo el concepto de nación. Siempre prefirieron considerar a los individuos iguales y libres, hablaran el idioma que hablaran, fuera de la raza que fueran y vivieran donde vivieran, ya fuese a un lado o a otro de las fronteras. De hecho, Karl Marx y Friedrich Engels incluyeron el famoso y muy seguido lema “¡Proletarios de todos los países, uníos!” en su Manifiesto del Partido Comunista, aunque ya se venía utilizando con anterioridad.

Ni siquiera Rosa Luxemburgo y Lenin aceptaron el concepto de nación tal y como lo mantenían los nacionalistas, a pesar de que les tocó vivir uno de los momentos más álgidos del nacionalismo, como fue el de los prolegómenos de la I Guerra Mundial, y siempre aceptaron la primacía de los intereses de la clase obrera a los intereses de la nación y la lucha de clases a la reivindicación de la independencia nacional.

Por eso no entiendo que un partido de izquierdas sea nacionalista, y mucho menos que lo sea un partido de extrema izquierda. No entiendo, por ejemplo, que un individuo de izquierdas de Barcelona considere a un obrero de Lérida y a otro de Teruel antes como naturales de Lérida o de Teruel que como obreros. Y lo entiendo menos si ese individuo de izquierdas ha nacido fuera de Cataluña. Entonces, no entiendo nada.


A veces, oigo a individuos de izquierdas residentes en Cataluña pero nacidos en Andalucía decir que se han hecho independentistas porque han encontrado en Cataluña lo que no encontraban en Andalucía, trabajo y un futuro mejor para sus hijos. No parece sino que el salario se lo han dado gratis. Cuando los oigo, me acuerdo de la teoría de la Plusvalía que el padre de la izquierda, Karl Marx, desarrolló en El Capital, según la cual el capitalista se apropia de manera gratuita del excedente producido por el obrero. La realidad, en fin, es que esos trabajadores andaluces deben estar tan agradecidos a los empresarios catalanes como los empresarios catalanes agradecidos a los trabajadores andaluces, pues estos han obtenido del empresario menos de lo que el empresario ha obtenido de ellos. Y no oigo a unos y a otros opinar igual, sindicatos incluidos.

Con todo, que un catalán de izquierdas pueda simpatizar con el nacionalismo me resulta menos incomprensible que si el que simpatiza con ese nacionalismo es un izquierdista de otra parte de España. El nacionalismo catalán, como casi todos los nacionalismos europeos de hoy en día, tiene buena parte de su origen en el interés, aunque luego pase a lo emocional (y no al revés). O sea, primero está el “España nos roba”, que tanto éxito ha tenido como lema, y luego vienen las banderas y los himnos y ese lema imbatible pero vacío del derecho a decidir. Ese “España nos roba” está sustentado en que Cataluña aporta más al común español de lo que recibe, lo cual (suponiendo que sea cierto) es bastante lógico desde el punto de vista de la justicia social, dado que los ciudadanos de Cataluña son más ricos que la media de los ciudadanos de España. De hecho, los que más aportan al común son los ciudadanos más ricos, sean de Cataluña o de cualquier otro sitio, y los que más reciben son los más pobres, sean de Cataluña o de cualquier otro sitio. O así debería ser.

Un izquierdista congruente, y cuanto más izquierdista más, debería apoyar el trasvase de rentas de los más ricos a los más pobres, para lo que cualquier frontera es una barrera infranqueable. Veo, sin embargo, que la extrema izquierda española simpatiza con el nacionalismo catalán, esto es, que mira antes el lugar de nacimiento de un obrero que su condición de tal y su renta. Y veo, con asombro, el apego que le tiene al derecho a decidir de las naciones, cuando la extrema izquierda no ha considerado teóricamente otro derecho a decidir que el del proletariado.

* Publicado en el semanario La comarca.


viernes, 20 de octubre de 2017

Presentación de Cuentos de Los Pedroches

        Anoche se presentó en la sala de lectura de la Biblioteca Municipal de Pozoblanco la nueva edición de Cuentos de Los Pedroches, realizada por 17pueblos. En el acto, estuve acompañado por la editora, Isabel Fernández, y por la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Pozoblanco, Rosario Rossi. Al terminar el acto actuó el grupo de teatro Los Mejía, que representó una maravillosa adaptación de El hijo del pastor, uno de los cuentos que aparecen en el libro.

             Muchas gracias a todos ellos y al público asistente.
La sala de lectura de la Biblioteca es el lugar ideal para este tipo de actos
Rosario Rossi fue la primera en intervenir
Después, intervino Isabel Fernández
A continuación, el autor y responsable de esta página
Finalmente, actuaron Los Mejía. Geniales, como siempre

* Todas las fotos son de Rafa Sánchez



martes, 3 de octubre de 2017

Una duda

                En caso de que Cataluña declare la independencia de forma unilateral, serán el Barça y sus socios quienes decidan "en qué liga jugará" el Barça, según ha dicho el presidente del club. Al parecer, se han tomado tan en serio lo del derecho a decidir que creen que podrían ejercerlo sobre lo propio y sobre lo ajeno.

                La futura “República de Cataluña” reconocería la doble nacionalidad, española y catalana, según dice la llamada “Ley de Transitoriedad”. También en esto hay una atribución exagerada del derecho a decidir, pues su contenido incluye a lo propio y a lo ajeno.

                No me queda claro qué sucederá en la Cataluña independiente con la Organización Nacional de Trasplantes. ¿Decidirá Cataluña sobre lo propio y sobre lo ajeno? ¿Decidirá que siga funcionando esa organización como hasta ahora? ¿Se atribuirá el derecho a decidir que los corazones sanos de los españoles sustituyan a los corazones enfermos de los catalanes y al revés?


jueves, 28 de septiembre de 2017

Sobre la despoblación de Los Pedroches

          La Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), que tiene una comisión específica de Despoblación, ha celebrado el II Congreso Nacional de Despoblamiento del Medio Rural en Huesca, los días 22 y 23 del pasado mes de junio, en el que se ha debatido sobre las causas y las posibles soluciones de ese gravísimo problema que tiene España, una parte importante de cuyo territorio se está convirtiendo en un desierto demográfico. Leyendo la revista Carta Local, que edita la citada FEMP, he podido comprobar lo sensibilizados que están los dirigentes municipales de los municipios afectados y me he detenido especialmente en las soluciones propuestas, por si pudieran ser de aplicación a la comarca de Los Pedroches, que ha perdido una parte considerable de su población y que sigue perdiéndola a pasos agigantados, pero de los diversos artículos sobre el tema he llegado a la conclusión de que en este territorio, y tal vez en toda Andalucía, el problema tiene unos caracteres específicos que requerirían de un estudio más profundo y de unas soluciones más complejas.

                Para empezar, no creo que el inconveniente fundamental sea de conciencia del problema ni de dinero. Existe conciencia de que los pueblos necesitan ayuda. Existe en el Estado, en la Junta de Andalucía y en la Diputación Provincial, que remiten fondos para programas y más programas, en convocatorias sucesivas que tienen a los técnicos municipales ocupados casi todos los días del año. Llevo más de 30 años trabajando para un ayuntamiento afectado por el despoblamiento y puedo decir que nunca como en esta época han dispuesto los Ayuntamientos de tantas transferencias de otras entidades para los objetivos más diversos, cuyo fin inmediato no es fijar a la población en el territorio, pero sí lo sería como fin último, dado que se trata de proporcionarle empleo y servicios.

                La consecuencia de estas transferencias es que todos nuestros pueblos están casi perfectamente urbanizados, todos cuentan con buenos equipamientos básicos (cementerio, alumbrado, alcantarillado, abastecimiento de aguas, etc.) y todos tienen dotaciones educativas, culturales, sanitarias, sociales, deportivas y de ocio en cantidad y calidad suficiente como para asegurar un elevado bienestar de sus vecinos, a lo que habría que añadir que en todos se desarrollan numerosas actividades de diverso tipo, organizadas por monitores profesionales contratados ex profeso para esos fines. A eso habría que añadir que todos han visto mejoradas sus vías de comunicación, de manera que los centros comerciales y de prestación de servicios ubicados en las cabeceras de comarca (singularmente, en Pozoblanco) están ahora más cerca que antes.


                Si ha llegado y llega dinero, si existen dotaciones suficientes como para asegurar una muy digna calidad de vida y si las comunicaciones han mejorado, ¿por qué sigue yéndose la gente? O para expresarlo de otra forma: ¿por qué ese mayor bienestar, esa mejora de las infraestructuras y ese incremento de los servicios no ha ido acompañado de un mayor nivel de empleo que fijara a la población al territorio?

                Ya digo que no ha sido por falta de interés de las Administraciones afectadas. De hecho, el despoblamiento habría sido aún mayor si no se hubiesen realizado inversiones en infraestructuras y no se hubieran aplicado políticas de empleo. Lo que creo es que ese interés no ha cuajado en las medidas más correctas. Al enfermo maduro aquejado de despoblamiento se le han aplicado medicinas de tipo paliativo, como si fuera un moribundo, en lugar de aplicarle medicinas que le devolvieran el vigor y lo hicieran valerse por sí mismo, con lo que se le ha convertido en un ser dependiente de las medicinas. De tipo paliativo son los subsidios, se llamen así o se llamen planes de empleo; de tipo paliativo son los planes de formación cuando el objetivo no es formar al alumno para insertarlo en el mercado laboral, sino proporcionarle un sueldo durante un periodo largo, como ha ocurrido sistemáticamente con los talleres de empleo; y de tipo paliativo es la ejecución de obras por administración directa, en lugar de a través de una pequeña empresa.

                El resultado es que la mayoría de los pueblos de Los Pedroches tiene una población escasa y envejecida, que de una forma o de otra vive de lo público, mal preparada para las nuevas demandas de la economía y poco dispuesta al riesgo de un emprendimiento. Es decir, tiene una población muy poco mentalizada para crear riqueza. Y el problema es que esa mentalidad negativa se consigue con relativa facilidad, pero no se cambia fácilmente.

                Entonces, ¿existe alguna solución o debemos conformarnos con ir perdiendo población lo más lentamente posible? Existe, por supuesto. Debe existir. Hay que aumentar las infraestructuras interterritoriales, hay que seguir igualando los servicios de las ciudades y los pueblos, hay que aprovechar toda la energía de los escasos emprendedores, eliminando las numerosísimas trabas administrativas que jalonan su camino y facilitándoles ayudas inmediatas o casi inmediatas, y hay que fomentar el aprovechamiento del medio físico, especialmente con la ganadería, la agricultura y el turismo.


                Pero, además, hay que proceder a la recolonización. El cambio de mentalidad necesita de gente de fuera que refresque las ideas. El daño en el pensamiento comarcal es tan grande que ya no es posible cambiarlo sin medidas traumáticas, que ni pueden adoptarse por razones de paz social ni deberían adoptarse por razones de justicia social. El enfermo, que ya solo aspira a sobrevivir, no puede prescindir de los cuidados paliativos, esto es, no puede prescindir de las ayudas a las que por su dignidad humana tiene derecho. Y en esas condiciones la mentalidad renovadora solo es posible con la reocupación de los pueblos.

                Hay que fomentar que venga gente de fuera a vivir aquí. Yo creo que es posible. He conocido a algunos que cambiarían la ciudad por un pueblo como uno de los nuestros. Son gente que quiere trabajar en el campo con proyectos innovadores o que puede trabajar en cualquier sitio porque conoce un oficio, o porque vive de ser creativa, o porque vende servicios a través de internet.

                Y el caso es que no existe ni una sola política en este sentido, tal vez porque quienes deben buscar soluciones no han caído en ello o, tal vez, porque estiman tan poco a nuestros pueblos que piensan que nadie de fuera los va a querer.

                Hace tiempo, cuando propuse públicamente trabajar para que la gente de fuera se ubicara en Los Pedroches y cambiara nuestra mentalidad, alguien me contestó que lo que deberíamos hacer era trabajar para salir adelante por nosotros mismos, como si mi propuesta no fuera complementaria de ese esfuerzo necesario y fuera frívola o encubriera un complejo de inferioridad. Y nada más lejos de la realidad: trabajar para que venga gente de fuera a repoblar nuestra tierra es una forma más de trabajar por su futuro, y es hacerlo con el convencimiento de que vale la pena vivir en ella, certeza que comparten muchos de nuestros paisanos y de la que participo yo.

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Hay entradas posteriores sobre despoblamiento aquí, aquí, aquí y aquí.

miércoles, 13 de septiembre de 2017

El cementerio de los ingleses

           La noche del 10 de noviembre de 1890, el acorazado inglés Serpent se acercó demasiado a la orilla y chocó contras las rocas cercanas a Punta do Boi, en la “Costa da Morte”. De los 175 tripulantes, murieron 172. Los cuerpos que fueron rescatados se enterraron junto al mar, entre el cabo Trece y la playa del mismo nombre, en un cementerio aislado construido ex profeso para ellos que hoy es conocido como “El de los ingleses”.
                 El cementerio es un rectángulo cercado por un muro de piedra, con dos portillos por acceso, que tiene en su interior un pequeño recinto cerrado en el que están enterrados el capitán y los demás oficiales del barco. Para llegar hasta él hay que tomar una pista de tierra que puede hacerse en coche sin problemas pero es mejor hacer a pie, como parte de alguno de los recorridos de la red de senderos que peina esta comarca, extrema en lo geográfico y extrema, sobre todo, en su belleza.
                No en vano, todo el lugar donde se asienta el cementerio parece el decorado de una película romántica. Hacia el Este, el mar se remansa en una playa totalmente virgen, pero en el resto de la costa está agitado, y palpita, y forma espuma, y salta sobre las rocas, que las más de las veces forman islotes crespos y acantilados pero otras se dulcifican sobre la orilla, de manera que el viajero puede andar sobre su piel áspera y acercarse a la línea de agua. No hay árboles cerca, porque no lo permite la dura climatología, y la vegetación es un manto espeso de arbustos coloridos y pinchosos que impiden alejarse del camino, de las rocas o de la playa. Tampoco hay cerca otras edificaciones, y a lo lejos, hacia el Oeste, se divisa el imponente faro Vilán, al que unos días antes habíamos encontrado envuelto en la niebla.
                Nada hay en las inmediaciones salvo la tierra, el aire y el mar, y en tales soledades, rodeado por la fuerza y la belleza de la Naturaleza más salvaje y teniendo presente las historias de los muchos naufragios que por estos lares ha habido, uno se siente abrumado y, sin embargo, libre.

                Libre de los afanes de otros que nos muestran los telediarios y de sus propios afanes. Libre, en fin, de la estupidez del mundo y de su propia estupidez.

              Sentado frente al mar, no pienso en nada. El tiempo pasa por mí sin envejecerme. Soy como uno de esos marineros muertos que miran al horizonte gris desde el borde de un acantilado.


jueves, 3 de agosto de 2017

Estar mayor

               El idioma español es muy rico y distingue directamente entre el ser y el estar, lo que no todos los idiomas hacen. El ser se refiere al existir, en tanto el estar es un modo actual del ser.

                Dicho así, parece muy complicado, pero no lo es en absoluto, y de hecho todo el mundo utiliza correctamente los verbos ser y estar de un modo natural. Por ejemplo, de una persona cualquiera se dice que es bajo o alto, y no que está bajo o alto, salvo que esa persona sea un niño, en cuyo caso sí se diría que está bajo o alto. O sea, el ser no tiene solución (la cosa es así y punto, como "en la botella es grande") en tanto el estar sí la tiene (dado que es coyuntural, como en "la botella está llena").

             Naturalmente, el asunto tiene muchas matizaciones, pero no voy a entrar en ellas porque lo que me interesa aquí es remarcar la diferencia, en la que he pensado mientras estaba andando por el cauce del río Chillar, cerca de Nerja, entre gente alta y baja, española y extranjera, gorda y delgada, muy preparada y poco preparada, etc. Aquí hay gente de todas las castas, me dije, con casi el único atributo de ser gente voluntariosa, y toda está disfrutando.

                No mucho antes, alguien me había dicho que no haría la ruta porque era bajito y mayor, y yo me acordé de los que están de un modo u otro, porque no ponen remedio, y se creen que son así, sin solución.


                Uno es alto o bajo, y en eso no hay enmienda posible. Y uno puede ser mayor o puede estar mayor, y en eso sí suele haber arreglo, que casi siempre tiene que ver con uno mismo. 


martes, 18 de julio de 2017

13 años de rock’n’roll y papel fotocopiado

                Entre 1997 y 2010 (sin periodicidad y con lagunas importantes), un grupo de amigos editaron en Pozoblanco un fanzine bajo el título Serie B, del que ahora han hecho un recopilatorio reordenado y comentado que, acompañado de un disco también recopilatorio, ha salido a la calle bajo el título 13 años de rock’n’roll y papel fotocopiado. Mientras lo leía, he sentido admiración y ternura hacia los autores, pues me he imaginado a un grupo de jóvenes hablando en un pub, especialmente de música, pero también de cine y de libros, unos jóvenes que en un momento determinado deciden hacer públicas sus opiniones y se lanzan a analizar por escrito aquello de lo que antes hablaban, que recogen en una revista hecha a base de papel fotocopiado cuyo número cero llevaba una tirada inicial de 85 ejemplares.

                 Por el libro desfila prácticamente todo lo que en Pozoblanco tuvo algo que ver en esa época con la música pop y sus aledaños, como grupos y solistas, cantautores y estudios de grabación, y se hace un extenso recorrido por la niña de los ojos de los autores, que no fue otro que el Pop-zoblanco, cuyo nacimiento, auge y desaparición puede seguir el lector como “una historia de amor y odio entre la muestra y el fanzine”, según reza literalmente el título del primer capítulo.

                Los otros capítulos recogen entrevistas, opiniones (las de Antonio Jimeno, Grovieland, suponen un interesantísimo apartado), crítica de cine y una miscelánea de artículos sobre diversos asuntos relacionados con la música.

Como por sí sola demuestra la lista de discografía recomendable que aparece al final del libro, los fanzines analizaban la cultura surgida al margen de los círculos oficiales/comerciales o explicaban la cultura oficial de una forma alternativa, y lo hacían de una manera meditada, sistemática, científica, de modo que 13 años de rock’n’roll y papel fotocopiado es, también, la visión razonada que aquellos jóvenes tenían de la cultura de la que eran partícipes, que por referirse especialmente a Pozoblanco y a Córdoba es la de la cultura alternativa/independiente de esta población y esta provincia.

En unos tiempos en que la cultura está unida a las instituciones, y no parece posible crear al margen de las subvenciones, 13 años de rock’n’roll y papel fotocopiado nos demuestra que la cultura independiente existe, y que detrás de los éxitos que emiten y vuelven a emitir machaconamente las grandes cadenas de radio (éxitos que ellas mismas han creado), hay un mundo más creativo y más sincero, indie, que recoge buena parte de las inquietudes de nuestra sociedad, de las que no se da cuenta en los circuitos oficiales.


Y en unos tiempos en que la acción está unida a los emolumentos, y no parece posible que alguien haga algo por amor al arte, resulta conmovedor que hasta hace bien poco un grupo de jóvenes se dedicara a algo tan sumamente entrañable y lírico como analizar el mundo que nos rodea.


jueves, 13 de julio de 2017

Cuentos de Los Pedroches

                La edición que hizo la fundación Ricardo Delgado Vizcaíno de Cuentos de Los Pedroches se agotó pronto. Desde entonces, son muchos los lectores que me han preguntado cómo podrían conseguirlo. Yo siempre los he remitido a mi web, donde los cuentos estaban recogidos uno a uno.

                Aunque el libro aparecía en diversos formatos en varias webs de descargas de libros, ahora lo he publicado en Amazon en versión Kindle al precio más bajo posible y sin protección de DRM, a fin de que circule libremente por la red.

                Espero que la lectura de estos cuentos sirva a los lectores para conocer mejor una comarca tan singular e ignorada como Los Pedroches.
Para acceder al libro, pincha sobre la imagen

sábado, 1 de julio de 2017

La conexión

                Anoche fui al concierto que Miguel Bose dio en el Campo Municipal de Golf de Pozoblanco. La noche era estupenda, es hermoso el recinto donde se había instalado el impresionante escenario y las infraestructuras accesorias y la organización fue eficaz desde el principio, cuando tomamos el autobús en el Recinto Ferial, hasta que, terminado todo, nos bajamos en el mismo sitio. El marco, pues, era el adecuado para que el público asistente, formado mayoritariamente por seguidores del cantante (o incluso por incondicionales), disfrutara del espectáculo, a poco que el protagonista fundamental se entregara a su arte.

                Miguel Bose es un artista. Lo es porque lo lleva en los genes y lo ha mamado y porque a lo largo de los últimos cuarenta años ha ejercido como tal con honestidad y aplicación, con entusiasmo. A Miguel Bose no debe de resultarle demasiado complicado entregarse cuando la noche es estupenda, las infraestructuras son las adecuadas y la organización es eficaz, especialmente cuando el concierto está compuesto por sus numerosos éxitos de siempre, que son conocidos y pueden ser coreados y bailados por un público formado por sus seguidores, o incluso por sus incondicionales.

                 El público de anoche en Pozoblanco, en fin, quería ver al Miguel Bose  que admiraba y oír sus canciones y Miguel Bose se entregó al público cantando todos sus éxitos con la emoción del artista que se encuentra a gusto. Entre Miguel Bose y el público, me parece a mí, se produjo ayer una conexión mágica, que solo es posible en el cuerpo a cuerpo.

                Pensé en ello después del concierto, mientras me tomaba una cerveza junto a una de las barras habilitadas, no lejos de un conjunto que cantaba con oficio canciones de éxito y hacía bailar a muchos a los asistentes. Pensé –digo– en la diferente relación que existe entre los músicos y el público de los conciertos y la que existe en otras ramas del arte, como la literatura. La primera es diáfana e inmediata, y puede llegar a ser total, de manera que entre el artista y el público se produce un trasvase recíproco de emociones y, en consecuencia, una retroalimentación afectiva.

                En la literatura es totalmente distinto. En la literatura, el artista se encuentra a solas con sus pensamientos, sin saber si algún día tendrán conexión sus emociones con las emociones de un lector. Es más, si algún día esa conexión llega a cuajar, siempre será con la soledad de un lector, de manera que entre uno y otro nunca se producirá una retroalimentación afectiva.


                Por ejemplo, es domingo de madrugada y escribo en soledad frente al ordenador. ¿Cómo caerán estas palabras en quienes tengan la amabilidad de leerlas?


martes, 20 de junio de 2017

Caridad, justicia, mecenazgo*

                Los patrocinadores, mecenas o sponsor están detrás de la mayoría de las tareas que desarrolla la sociedad. Lo están, financiando a los clubes deportivos, las actividades culturales, los programas sociales y, también, la investigación, la educación y el desarrollo.  Eso lo sabe cualquiera, a poco que mire los programas de las actividades o los presupuestos de ingresos de las asociaciones sin ánimo de lucro, pero lo saben mejor que nadie los directivos de esas asociaciones, cuya primera función suele ser la de buscar patrocinadores, y lo saben los propios patrocinadores, que reciben constantemente solicitudes de ayuda de las asociaciones.

                Es tal la relación entre los patrocinadores y la sociedad, que sin los patrocinadores no podrían realizarse la mayoría de las actividades de esta, o tendrían mucha menos relevancia, pues la fuente de ingresos que suponen no sería compensada por ninguna otra, y mucho menos por la Administración, que ya tiene bastantes frentes abiertos y puede atender muy pocos más. 

                Por eso, lo que debe hacer la Administración es facilitar el mecenazgo, a fin de que las asociaciones que están donde la Administración no llega cuenten con financiación suficiente. Es así como individuos y empresas de todo tipo financian una cantidad ingente de programas sociales. Las empresas grandes, haciéndose cargo de proyectos grandes y, las pequeñas, de proyectos pequeños. No hay cartel de actividades ni presupuesto de asociaciones que no cuente con la aportación de empresas o particulares, quienes generalmente no reciben a cambio más que la satisfacción de haber colaborado.

                Salvo casos excepcionales, a nadie se le ocurre cuando ve el anuncio de un evento, y mucho menos cuando recibe el dinero, poner en cuestión la idoneidad moral del patrocinador. Cuando el Club Baloncesto de Pozoblanco (del que fui cofundador y directivo), por ejemplo, recibía el dinero de CajaSur, a nadie se le ocurría pensar que CajaSur ejecutaba las hipotecas y desahuciaba a los morosos. Igual que a nadie se le ocurre ponerle cara a los desahuciados de un banco cuando se acerca a una de sus oficinas para cobrar los mayores intereses posibles por sus depósitos.


                En democracia, el patrocinador debe cumplir con las leyes (que son la expresión de la voluntad popular), especialmente con las laborales y las tributarias, y debe responder de su incumplimiento. Exactamente igual que cualquier socio de Cáritas, de la Cruz Roja o de Médicos sin Fronteras. Y digo en democracia, para que no confundamos el patrocinio con la corruptela mafiosa. En democracia, las donaciones deben ser claras y públicas, y hacerse a cambio de nada, en tanto que las corruptelas mafiosas ni son claras ni son públicas, y se hacen a cambio de algo, generalmente para mantener cautiva la voluntad de quienes las reciben.

                Como el mecenazgo consiste en dar, hay quien lo confunde con la caridad, actitud que se ubica en el pasado, como la limosna, y suele contraponerse a la justicia. Quienes piensan que solo hay justicia y caridad, tienen una mala opinión de la caridad, porque la asocian a los ricos y a los poderosos, que la practican en ausencia de la justicia, plasmándola en unas cuantas migajas y para tapar su mala conciencia. La caridad, así entendida, se corresponde con regímenes predemocráticos, no sociales y sin un sistema progresivo de tributación.


                El mecenazgo, sin embargo, no es caridad ni tiene nada que ver con ella. En la naturaleza del mecenazgo está la devolución a la sociedad de parte de lo que la sociedad ha aportado al mecenas y, en ese sentido, tiene un componente importante de justicia. El mecenazgo es un complemento de los presupuestos públicos, solo existe en puridad en los estados sociales y democráticos y es practicado por un particular o una empresa que está sometida a un régimen fiscal progresivo y a un estricto régimen laboral. Ante el mecenazgo, el ciudadano debe exigir que se cumplan las leyes fiscales y laborales y, paralelamente, debe agradecer que se donen bienes o se presten servicios para el mayor bienestar general.


                Cáritas, existe, y Cruz Roja, y Médicos sin Fronteras, y Greenpeace, y Save the Children, y cumplen una actividad complementaria de la Administración, que es de justicia más que de caridad. Todas estas ONGs y muchas más existen porque hay una demanda social que el Estado de Bienestar no satisface ni satisfará nunca. Y aún más, hay demandas que hemos situado en la esfera pública que el Estado no puede financiar por la propia naturaleza de las demandas y por la propia naturaleza del Estado. Así, las demandas relacionadas con la salud, que son una obligación del Estado, son especiales porque tienden a infinito. Quiero decir que si hubiera más dinero público, las medicinas serían totalmente gratis, y lo sería la atención bucodental, y la podológica, y habría más programas de prevención, y más hospitales, y más médicos, y más aparatos y más modernos y, en fin, habría más de todo. No lo hay. Y como no lo hay, lo que hay es un desequilibrio entre las demandas de salud de la ciudadanía y la oferta pública para satisfacerlas.

                Para cubrir ese desequilibrio, la Administración puede gestionar mejor y puede buscar más ingresos. Especialmente, puede exigir más impuestos a los que más tienen. Puede incrementar el gasto en salud hasta el límite de la perfección y, aun así, siempre habrá un déficit en la atención sanitaria al ciudadano. Por eso nunca están de más las ayudas que le vengan a la Administración por la vía del patrocinio, como le llegan a las asociaciones privadas sin ánimo de lucro. Y no creo que eso deba enmarcarse dentro del campo de la caridad, ni que deba llamarse limosna al patrocinio de una empresa que sirva para costear aparatos de la Administración Sanitaria que ayuden a eliminar el cáncer, sino, al contrario, creo que debe llamarse un acto de justicia.

                La fundación Amancio Ortega va a donar 320 millones de euros para que hospitales públicos de toda España puedan comprar más de 290 equipos de última generación para el diagnóstico y tratamiento radioterápico del cáncer, lo que ha sido cuestionado por una parte de nuestra sociedad. Es esa parte, creo yo, que no sabe distinguir entre limosna y patrocinio, que confunde al mecenas con el mafioso y cree que solo hay justicia dentro de su ideología. Probablemente sean los mismos que compran en Zara y critican a Zara, los mismos que justifican sus propios fraudes y son implacables con los fraudes del vecino, los mismos que no saben, a la vez, exigir el cumplimiento de las leyes y agradecer un acto de generosidad.


                Son los mismos que siempre piensan en lo más retorcido, que no se gustan, que sienten envidia del éxito ajeno, que son tristes y, sobre todo, que están sanos. Que están sanos ellos y sus familias y los seres que quieren. Porque si no es así, es que, además, o son tontos o lo parecen.

            * Publicado en el semanario La Comarca

miércoles, 7 de junio de 2017

Lo sostenible

                El taxista que nos llevaba hasta el mirador de Los Brecitos desde el aparcamiento de La Viña nos habló de un proyecto para construir varios hoteles y campos de golf en la isla que, afortunadamente, había sido rechazado. El taxista del que les hablo era un palmero hablador y amante de su tierra, de su historia y de sus gentes, un individuo singular del que nos acordamos varias veces a lo largo del camino, que discurre por laderas empinadas, zigzaguea junto a estrechos barrancos y, a veces, toma el mismo cauce de los ríos.


                La ruta del barranco de Las Angustias, en pleno parque nacional de la Caldera de Taburiente, es una de las más famosas de la isla de La Palma, que cuenta con una red de senderos superior a los mil kilómetros. Andando por ella, uno se encuentra muy de vez en cuando con otros senderistas, todos amables, todos amigos de la naturaleza, todos respetuosos con lo que tocan y perfectamente adaptados al medio ambiente.  


                Los senderistas son turistas excepcionales, que no hacen ruido, aman como nadie lo que ven y dejan las cosas como se las encontraron, esto es, como tuvieron a bien dejarlas los nativos. En La Palma, la mayoría son extranjeros, principalmente alemanes, a los que uno puede ver comiendo en los restaurantes, comprando en los supermercados o como pasajeros de los barcos de excursionistas que bordean la costa en busca de playas, cuevas y delfines.


            Los senderistas, creo yo, son turistas que convienen. En La Palma, están mimetizados en el entorno y casi no se les nota, porque suelen ser de natural prudente y porque no necesitan grandes suites, ni casinos, ni complejos artificiales de ocio. La isla de La Palma, que está declarada Reserva Mundial de la Biosfera desde 2002, es un lugar paradisíaco. Todo está limpio, todo está como nuevo, todo tiene tanto color que parece que alguien se ocupa de pintarlo cada mañana, antes de que los vecinos se levanten. La isla de La Palma es un lugar hermoso, donde el turismo es una industria sostenible.



              El taxista nos dijo que habían rechazado el proyecto de convertir la isla de La Palma en un lugar turístico al uso, pero en Internet he visto que en 2016 el Parlamento Canario abrió las puertas para construir hasta 33 hoteles y cinco campos de golf. Cada cual sabrá qué hace con lo suyo, pero yo creo que sería un error enorme desde todos los puntos de vista, especialmente desde el económico y el social. Someter al máximo estrés los escasos recursos de la isla, empezando por los del suelo, acabaría generando una espiral de necesidades que convertiría el precioso jardín que ese territorio es ahora en un parque de atracciones incómodo, ruidoso y hortera.