viernes, 22 de abril de 2016

Las nubes

            Por fin ha vuelto la lluvia a Los Pedroches y los campos han respondido con el agradecimiento ferviente que acostumbran. Los agricultores están contentos porque se avecina una buena cosecha de cereales y lo están los ganaderos, porque sus animales podrán comer hierba durante una buena temporada.

            También están contentos los amantes de los espárragos, y aquellos a los que les gusta el campo florido o ver correr los arroyos de la sierra.

            Los agricultores y los ganaderos se han pasado y se pasan la vida mirando al cielo en busca de nubes. Menos, pero también otean el cielo con el mismo fin los esparragueros y los paseantes.


            La mayoría buscan las nubes por el agua que traen y por el bien que dejan. Pocos buscan a las nubes por las nubes mismas. Pocos reparan en su plasticidad, en sus formas, en su belleza.


miércoles, 6 de abril de 2016

Cazar un rayo de sol

                El otro día, Carmen se levantó temprano para cazar al sol emergiendo de entre las aguas, pero estaba nublado. Algunas veces, la vida no recompensa los esfuerzos de quienes más la aman, distribuye mal sus tesoros y parece injusta.

                Y tal vez lo sea, en efecto.
        
                La felicidad, sin embargo, depende tanto del azar como de la forma en que se gestionan las cartas que nos han tocado.


                Carmen, que se había levantado temprano, no vio al sol emergiendo de entre las aguas, pero lo vio asomando entre las nubes. Hay personas que ganan más partidas que otras con las mismas cartas: son esas que parecen dotadas de una varita mágica para sacar provecho de todas las situaciones, para ver rayos de sol donde otras solo ven nubes de tormenta.

viernes, 1 de abril de 2016

Currito

            “Currito”, dice la gente –y así se reconoce por la Real Academia de la Lengua–, es un “trabajador que realiza labores sin importancia”. La vida está llena de simples curritos o, para decirlo con un sentido más acertado, de personas humildes que prestan labores sencillas, muchas veces sirviendo a los demás.

            A las personas que se pasan la vida sirviendo a los demás, y solo eso, se las suele querer sin palmas y sin abrazos. Como no escriben libros ni meten goles, no tienen el reconocimiento público. Como no dan voces ni se quejan, parece que no necesitan afectos, que son felices por naturaleza y que siempre están contentas. Son personas condenadas al olvido en cuanto no se las necesita o no se las tiene presentes.

            Casualmente, Currito también se llama un puente que hay sobre el río Guadalmez, entre Torrecampo y Conquista. El nombre le viene al pelo porque realizó la poco reconocida labor de ayudar a cruzar el río a personas y caballerías hasta que llegaron los coches y se hizo un puente más grande en otro sitio. Entonces, casi todo el mundo se olvidó de él. Hasta el punto de que yo, que llevó una pila de años trabajando muy cerca de donde se ubica, no lo había oído nombrar.

            Ahí sigue, sin embargo, inútil para su labor pero tan elegante y tan hermoso como un prejubilado de cincuenta años, sobre un río que ya no es cruzado por camino alguno. Al verlo y conocer su nombre, es fácil acordarse de las mujeres que han cuidado o cuidan de sus hijos, de sus maridos, de sus padres y de sus nietos, de los trabajadores que echan mano al alba y no paran hasta el anochecer y de los demás curritos del mundo. 



* La ruta que seguimos está aquí.