miércoles, 11 de mayo de 2016

Lo público

                Braunschweig o Brunswick es una ciudad de Baja Sajonia de nombre impronunciable para un castellanohablante, con larga y densa Historia, que fue mayoritariamente destruida en la Segunda Guerra Mundial y reconstruida luego con gran esfuerzo. En la reconstrucción se tuvo como premisa fundamental el amor hacia lo público, que existe mayoritariamente en Europa Central desde hace mucho tiempo y que está llegando a España ahora, aunque hay lugares donde todavía está pendiente de asimilar.

                En España, el concepto de que lo nuestro termina de puertas adentro y de puertas afuera es de todos resulta aún difícil de comprender para muchas personas, que piensan que la fachada de una casa es de su propietario y a él corresponde decidir libremente sobre su forma y su mantenimiento, cuando la realidad es que su estado y su estética nos afecta a todos y, en consecuencia, corresponde decidir a los representantes de todos lo que debe hacerse con ella, igual que, por el mismo motivo, corresponde a ellos fijar las normas sobre volúmenes  y las condiciones de implantación.
               Ahora bien, esos representantes deberían tener para lo público la misma sensibilidad que la población tiene para lo privado, lo que no siempre ocurre. Por ejemplo, mucho antes de que las normas obligaran a empotrar los cables eléctricos, la gente había asimilado tanto esa forma de actuar que cuando se fijó por ley ya no se tuvo como obligación, y ahora no soportaría la idea de ver un cable corriendo por la pared de su casa. Las normas, sin embargo, no obligan a soterrar los cables de las calles, que resultan igualmente peligrosos y, sobre todo, antiestéticos, pero nadie parece darse cuenta de ello, especialmente no parecen darse cuenta la mayoría de nuestros gobernantes, que deberían tener más claro lo que conviene al conjunto de la población. El resultado es que se siguen pavimentando calles soterrando las tuberías del agua y del alcantarillado pero sin soterrar las de la electricidad, cuando podría hacerse con muy poco dinero.
La realidad es que los manojos de cables recorren las fachadas y cruzan las calles sin que parezca molestar a nadie, salvo cuando los propietarios hacen obras en sus propias casas, y solo quienes tienen afición por la fotografía y algunos más se percatan de lo fea que resulta la imagen de una población atravesada por las líneas del tendido eléctrico. Digo lo de los cables, pero podría decir lo del enlucido de las fachadas, muchas de las cuales se dejan años y años sin terminar, cuando debería ser tan llamativo verlas así como contemplar sin enlucir el salón de una casa habitada. Y, por no seguir con más ejemplos, digo también lo de las casas en mal estado o incluso en ruinas.


En Braunschweig no se ve un cable por las calles ni una fachada sin enlucir o en mal estado. Se conoce que sus habitantes le tienen cariño a lo público y que sus gobernantes tienen un gran respeto por su función, al menos en lo que a la belleza de su ciudad se refiere.