martes, 26 de febrero de 2013

La máxima felicidad con el mínimo esfuerzo

             En  Italia, se veía venir. Aquí, se ve venir. 

          Y los que mandan aquí y los que aspiran a mandar siguen tirándose los trastos a la cabeza, como si el asunto no fuera con cada uno de ellos, sino con los otros, siempre con los otros. No se dan cuenta de que los otros son también ellos.

Teoría.

Práctica.

Y un comentario.

 





jueves, 21 de febrero de 2013

Elogio de la amistad

          A poco perspicaces que sean, quienes hayan leído unas cuantas de estas pequeñas crónicas domingueras sabrán que el ejercicio es importante para nosotros, pero secundario, que es importante el paisaje y el encuentro con el mundo físico en que vivimos, pero secundario también, y que es secundario el hecho de superar esos pequeños retos que nos marcamos, como vencer la natural tendencia a quedarnos en la cama o a no ir más allá de donde nos dicta el cansancio. A poco perspicaces que sean habrán intuido que lo principal es quedar con otros a una hora determinada, compartir un rato de charla y beber juntos unos cuantos tragos de vino. Ya sé que para eso no hace falta levantarse temprano ni andar tantos kilómetros por esos caminos de Dios, y que lo mismo puede hacerse en la barra de un bar o al amparo de una mesa camilla, que parecen sitios más seguros y confortables, pero en favor de nuestra afición está, aparte de los argumentos secundarios antes referidos, el atractivo de hacerlo caminando codo con codo hacia horizonte, lo que es tanto como decir hacia el futuro. ¿Habrá mejor metáfora de la amistad que la de hacer juntos un camino? 
            Asumir tu destino en compañía de otros, saber que en lo azaroso del recorrido encontrarás apoyo y consuelo y encontrar un alma en la que se expandan tus alegrías son rasgos propios de la amistad que nosotros procuramos cultivar sobre la marcha, respetando las opiniones de cada uno, aunque no las compartamos, guardando silencio, cuando procede el silencio, y diciendo lo que más conviene según nuestra propia razón, cuando el silencio no procede.
            La marcha del pasado domingo nos llevó por un paraje cercano al del anterior. Dejamos el coche al inicio de una pista que sale a la izquierda un poco más allá del km 4 de la A-430, que une Villanueva del Duque y Peñarroya. Se trata de una vía muy ancha, de tierra, de firme en perfecto estado y con amplias cunetas, rodeada de un terreno llano y supongo que poco poroso, porque por los alrededores hay charcas estacionarias o lagunillas, algunas de las cuales pueden observarse desde la carretera.
Ida y vuelta, más de 18 km
            Muy cerca de ella pasaba la antigua vía del tren que unía Puertollano-San Quintín con Fuente del Arco, a la que ya me he referido en anteriores entradas y a la que un día dedicaré una de ellas, pues el tema tiene enjundia suficiente como darle más protagonismo. En el cruce del camino con lo que antes era la vía férrea, sigue en pie una de las muchas casetas del tren que había a lo largo del recorrido, un habitáculo diminuto en el que hasta no hace tanto tiempo debió vivir el guardabarreras con su familia, lo que viene a indicarnos bien a las claras que en el pasado casi todo era peor que ahora, por más que ahora nos acordemos de él con nostalgia, como si todo en él hubiera sido jugar al corro, ir a coger grillos y rondar a las muchachas. 
            Según había oído antes, las grullas nunca cruzan el arroyo del Lanchar hacia el Este, lo que se me presentó como un caso digno de atención. Nosotros, sin embargo, vimos varias bandadas de grullas, alguno de ellos levantando el vuelo, y estábamos a unos cuantos kilómetros más al este de los límites que fijaba esa opinión popular. Según parece, las grullas no entienden tanto de Geografía como nos creíamos, o no la entienden desde el punto de vista de los límites o las fronteras, lo que las hace más listas de lo que se las suponía, más listas, en fin, de lo que se suponen a sí mismos algunos seres humanos.
            Una de las labores del campo que se realiza en invierno es la poda de las encinas, que por estas tierras se denomina tala, como si se cortara el árbol por el pie. La “tala” (la poda) sirve para despojar al árbol de algunas de sus ramas, lo que facilita su rejuvenecimiento y aprovechamiento en forma de leña. Pero no siempre se ha hecho de manera correcta, ni teniendo en cuenta que la encina es de muy lento crecimiento. Hace algunos años era frecuente ver en este árbol a una fuente inmediata de recursos o incluso a un lastre para las fincas que iban a ser sembradas de cereales, pues dificultaban el paso de las cosechadoras, y se podaban sin criterio alguno o, directamente, se arrancaban, lo que supuso un atentado contra el medio ambiente y el empobrecimiento definitivo de algunas fincas.
            Ahora, es necesario pedir permiso para podar las encinas, los técnicos de la Consejería de Medio Ambiente controlan esas labores y, sobre todo, existe otra conciencia de la riqueza que supone ese árbol totémico de Los Pedroches, que siempre se ha identificado con el carácter de los habitantes de estas tierras, porque es sobrio, porque aguanta sin rechistar las más duras inclemencias del exterior y porque mantiene oculto lo más grande de él, sus amplias raíces.
            Como la primavera se está adelantando, el campo está cubierto de flores por algunos territorios. E incluso ya hay quien está cogiendo espárragos en los lugares más protegidos del frío. Sobre todo de esos que por aquí se llaman “pinchosos”, porque brotan en las esparragueras de sierra, que son más ásperas que las de dehesa. Sierra en lo que rodeó nuestros pasos en el último trayecto, y con ella volvió el denso bosque mediterráneo, en el que vimos algunos claros poblados de olivos, unos olivos flacos y débiles que aguantaban como podían en un terreno que parecía sembrado de piedras, de tantas como había.
            Más adelante estaban el pico Pelayo, el peñón del Castillo y Peñaladrones. Los vimos de lejos antes de volvernos. Tiempo habrá de acercarse a ellos mientras echamos otro rato de charla.

martes, 19 de febrero de 2013

Sobre la verdad y la mentira




          ¿Por qué muchos políticos niegan lo evidente? ¿Tienen las sociedades los dirigentes que se merecen? ¿Qué criterios siguen los electores a la hora de exigir credibilidad a los candidatos? ¿En qué consiste la ejemplaridad de los líderes? Me hice estas y otras preguntas y me entretuve durante un tiempo dándoles una posible respuesta, que recientemente ha publicado la revista online sitiocero.


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martes, 12 de febrero de 2013

!Si os lo mandaran!

           “¡Si os lo mandaran!”, decían nuestras madres cuando salíamos a la calle a jugar al fútbol y llovía, o cuando en pleno agosto, a la hora de la siesta, cogíamos la bicicleta y nos íbamos por los caminos a bañarnos en la alberca de algún amigo. Entonces la naturaleza estaba más presente que ahora y era más salvaje. No había pabellones cubiertos, ni monitores deportivos, ni eso que ahora se llama actividades extraescolares. El mundo estaba lleno de peligros y de territorios inexplorados y nuestros padres vivían más ajenos a nuestra cotidianidad que ahora, aunque trataban de guiarnos por el camino recto con cuatro reglas esenciales, el principio de autoridad y el miedo a cuanto pudiera amenazar el futuro que habían previsto para nosotros. “¡Si os lo mandaran!” era una expresión que demostraba la impotencia de quien ya no podía someternos a su voluntad, para actuaciones éticamente neutras pero incomprensibles, que en ocasiones iba acompañada de alguna palabra más, como : “¡Estáis como una cabra! ¡Si os lo mandaran!”.
            Para quien por obligación debe levantarse temprano a diario, resulta de difícil comprensión que alguien se levante temprano un día que puede hacerlo tarde. En tal caso, si ha oído de chico la mencionada frase, no es raro que la diga cuando se entera de a la hora que quedamos los domingos por la mañana, particularmente si hace frío, como está ocurriendo estos días. “¡Si os lo mandaran!”. Nosotros no le echamos demasiadas cuentas, y como mucho contestamos que ya que nos levantamos temprano para trabajar, lo suyo es levantarse temprano para disfrutar, o que es de ignorantes alargar los días de trabajo y acortar los días de disfrute quedándose dormido hasta las tantas.
            A veces, cuando estamos viendo salir el sol, nos acordamos de alguien que se regodea en la cama y pensamos en lo que se está perdiendo. O cuando ya avanzada la mañana estamos con el queso y la bota, en mitad de la conversación, comentamos que otro se estará levantando entonces en tanto nosotros ya hemos consumido una buena parte de la jornada. Ese es nuestro particular “¡si os lo mandaran!”. Son, en fin, dos formas distintas de entender el mundo, y no digo yo que la nuestra sea la mejor. 
            Había que tener mucha vocación de caminante para madrugar el domingo pasado. Hacía frío y las sábanas se pegaban más de lo habitual. Pero vocación es precisamente lo que nos sobra a nosotros. De manera que estaba recién comenzado el día cuando dejamos el coche cerca del ya tristemente famoso cruce de la carretera A-435 con la N-502, donde días atrás se produjo un accidente, para continuar por la antigua carretera de Belmez, también llamada del Iryda, que ahora es un camino ancho, aunque amenazado por la vegetación, de firme granulado y duro y unos baches considerables, que en algunos tramos alcanzan proporciones de terreno bombardeado. 
Ida y vuelta, más de 19 km
            Curiosamente, un tramo del camino de unos cuantos cientos de metros ha sido reasfaltado como parte de las obras de la A-435 y se han arreglado las cunetas, lo que resulta ciertamente incomprensible teniendo en cuenta el absoluto abandono del resto de la vía y la ausencia de financiación para conectar la A-435 y la N-502.
            Con ese tema de conversación anduvimos durante un rato. Otro tema nos lo dio el frío, pues el campo estaba escarchado y las zonas más quietas de los arroyos y las charcas estaban cubiertas por una fina capa de hielo. Otro, las liebres y los conejos que salían a nuestro paso y una cierva que pastaba entre las ovejas de un rebaño. Y otro, por citar alguno más, la situación en que se encuentra la vecina comarca minera del Guadiato y el destino de los fondos que se están librando para su reconversión.
            La zona no está deteriorada urbanísticamente: se ven pocos chalets y los que se ven no desentonan, no hay explotaciones intensivas de ganado y la mayoría de las escasas edificaciones que descubre la vista entre el monte de jaras y chaparros son pequeñas y están en ruinas. La ruta discurre de Este a Oeste, al pie de los montes que enmarcan a Los Pedroches por el Sur, uno de los cuales es el conocido como cerro de las Antenas, porque sirve de localización para numerosas antenas de televisión y telefonía. Las minas de las Morras se ven a lo lejos desde una parte del recorrido, y el pueblo de El Viso, y las ruinas de lo que fue la aldea minera de El Soldado, especialmente su montaña de escorias cenicientas. 


           Ha sido un largo y bonito paseo, en fin, por este lado de Los Pedroches. Y hemos visto numerosos caminos por los que aún no hemos caminado, a los que sin duda iremos cualquier domingo de estos, por mucho que oigamos aquello de “¡si os lo mandaran!”.

jueves, 7 de febrero de 2013

Asesores políticos y asimilados

            La Psicohistoria, en la genial saga de la Fundación, de Asimov, es una ciencia capaz de predecir el comportamiento de las masas de población, algo parecido a lo que Comte creía que podía llegar a ser la Sociología. Si eso fuera así, esto es, conocido el mecanismo por el que actúan las poblaciones, los ingenieros sociales podrían meter las manos en la realidad con la misma seguridad que lo hacen sus colegas mecánicos en las entrañas de las máquinas para cambiar el rumbo de las sociedades complejas, a fin de dirigirlas siempre hacia lo mejor.

            Como detrás de cada utopía anida una distopía y detrás de cada libertador se esconde un tirano, las sociedades hacen bien en huir de lo mejor. Por fortuna para ellas, la Sociología se ha quedado en una ciencia que sirve para que unos cuantos vivan de dar clases y poco más y la Psicohistoria es pura ciencia ficción. Visto lo cual, a quienes tienen que tomar decisiones sobre las grandes poblaciones no les queda más remedio que acudir a la Estadística y suplir las enormes carencias de la esta ciencia con la observación de la realidad y con la reflexión posterior.

            Dicho en lenguaje sencillo, cualquier gobernante que se precie debe contar con un instituto  de estadística que le proporcione toda suerte de datos fiables sobre su población (ahora, esencialmente, indicadores de carácter económico) y con un número suficiente de asesores que le ayuden a escrutar adonde él no puede ver o a verlo de una forma distinta y a comprender lo que él no puede enjuiciar con su propio entendimiento. No se refiere este artículo a la primera necesidad, por lo que sólo me referiré de pasada a la estupidez de algunos gobernantes (véase, como ejemplo señero, los que tuvo Grecia en los años previos a la moneda única, lo que viene a confirmarnos que no hay triunfo más efímero que el del listillo), que utilizan los institutos de estadística como coartada para llevar datos falsos a la sociedad, en lugar de para extraer de ella los que le sirvan para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

            Por lo que respecta a los asesores, para su correcta operatividad son necesarios dos elementos esenciales: primero, que el gobernante reconozca sus carencias y busque fuera de él lo que no puede conseguir por sí mismo. Y en segundo lugar, que las personas de quienes se demanda ayuda sean expertas en la materia y, tras procesar adecuadamente los datos recogidos, puedan expresarse con total libertad. La iniciativa, pues, corresponde siempre al gobernante, que debe tener en la humildad una de sus principales virtudes.

            Los líderes empresariales, cuando deben elegir asesores, escogen por sistema a los más profesionales, que son los que les van a ayudar a conseguir más dinero en ese ambiente selvático que es el mercado. Los líderes políticos, en cambio, actúan de manera dispar en función del medio en el que se encuentren.

            Cuando se hallan en el mercado de votos, esto es, cuando compiten con los otros partidos, actúan de una forma similar a los empresarios y suelen rodearse de personas que les abran los ojos y les ayuden a fidelizar a sus simpatizantes y a ganarse los votos de los más próximos a estos. Cuando están en el gobierno y necesitan personal técnico para la Administración a la que sirven, por el contrario, no siempre se buscan a los mejores ni quieren siempre a personas que les hagan ver la realidad.

            Esa diferencia esencial proviene, sobre todo, de la distinta valoración que tienen de los objetivos. Para saber qué es lo vital y qué no lo es en la política, basta con entender que Política ya no es en las democracias modernas el arte de gobernar, sino el de ganar unas elecciones, como pone de manifiesto el lenguaje utilizado por los miembros de la clase política. Cuando el objetivo es vital (ganar las elecciones), todos los ojos son pocos y todas las reflexiones se tienen en cuenta. Si el objetivo es secundario (gestionar la cosa pública), bien puede prescindirse de asesores o, más comúnmente, bien puede tenerse como asesor a quien no ve o a quien, viendo, no se le va a tener en cuenta.

             El dirigente político, en el ámbito secundario, se siente cómodo y seguro y no actúa con humildad ni reconoce sus carencias. Quiere buenos asesores, por supuesto, y que le ayuden a adoptar la mejor decisión posible, pero prefiere a asesores fieles antes que a asesores expertos, a asesores que le den la razón antes que a los que le lleven la contraria y a asesores que le ayuden a llevar un proyecto adelante antes que a los que le abran los ojos sobre lo disparatado del proyecto que a la fuerza quiere sacar adelante. Lo cual, en último término, es tanto como decir que no quiere ni buenos asesores ni los mejores consejos.

            La disposición del dirigente político hacia el nombramiento de unos asesores u otros depende de su personalidad (de su inteligencia) y de la  cultura política de la sociedad a la que dice servir. En países como España, de escasa tradición democrática, no existe en la sociedad una cultura generalizada del premio y del castigo en las urnas a los representantes políticos, sino una adscripción previa de la mayoría de los ciudadanos, que casi nunca exigen limpieza a los “suyos”, es más, que justifican la cochambre de los “suyos” en la cochambre mayor de los otros, ni existe pedagogía de los errores en el electorado, por lo que los ciudadanos difícilmente pueden rectificar en las próximas elecciones, esto es, los electores no son conscientes de que en última instancia ellos son responsables de haber elegido a sus representantes, por lo que la mejoría de las decisiones políticas debe empezar por un mejor uso del derecho al voto.

            En países como España, de múltiples ámbitos de decisión política que se superponen (Estado, Comunidad Autónoma, Diputación Provincial y Ayuntamiento, principalmente), los ciudadanos pierden la orientación y no saben a quién exigir responsabilidad, especialmente cuando los políticos de un ámbito de decisión escurren el bulto y le echan las culpas a los de otro, lo que resulta más palpable cuando de por medio hay conflictos identitarios.

            Y en países como España, de múltiples Administraciones territoriales e institucionales, son muchos los políticos situados en las cúpulas de esas Administraciones y, en consecuencia, son también muchos los políticos que estuvieron un día ocupando esas cúpulas pero ya no lo están y son muchos los allegados (políticos o no) a unos y a otros. Hay, en consecuencia, mucha oferta de clase política en paro (o que se cree subempleada) y allegados, a los que bien puede cuadrarles el impreciso cargo de asesor, aunque no sean expertos en la realidad ni vayan a ser tenidos en cuenta, y a los que se nombra sin pudor porque el electorado no enjuicia como muy corruptos ese tipo de comportamientos ni tiene en la corrupción a una de las lacras del sistema.

            Como los asesores no forman parte de la plantilla de personal ni su pericia requiere de un procedimiento probatorio, en su número y en su identidad no hay más límite que el de la voluntad de quien decide, la misma que determina los presupuestos del organismo público, voluntad que cuaja en resoluciones de las que, como hemos visto, no suelen responder ante el electorado, especialmente cuando ese organismo es la Diputación Provincial, una corporación cuyos miembros no son elegidos directamente por el pueblo, sino supuestamente por los concejales de los partidos y agrupaciones más votados, aunque realmente lo son por las direcciones provinciales de los partidos.   

            La impunidad política va en España más allá del nombramiento de múltiples asesores que no asesoran: políticos y allegados son designados altos y medios cargos de la Administración, un lugar que antes ocupaban los funcionarios, y por el procedimiento de libre designación se premia al funcionario afín o se tiene bien sujeto al que no lo es, cuando de ocupar otros cargos se trata.

            La provisionalidad de muchos de esos empleos genera inseguridad en el ocupante, especialmente cuando se avecina un cambio de ciclo que puede llevar al poder a nuevos dirigentes y a la Administración a nuevos allegados al partido que los sostiene. Entonces, no es infrecuente la creación de plazas específicas y la aprobación de procedimientos ad hoc para que sean consolidadas por quienes las ocupan provisionalmente, aunque formalmente estén abiertas a todos los ciudadanos.

            La Administración española y el ámbito que la rodea, en fin, han engordado artificialmente para dar cabida a quienes por su naturaleza debían estar fuera de ella, en el ámbito estrictamente político. Como son muchos y ocupan puestos de aparente relevancia, su costo es muy elevado, pero  suelen ser personas cercanas a los centros de decisión y de sensibilidad política similar a quienes han de tomar las decisiones en materia de reducción de gastos, por lo que su número no suele verse afectado por los recortes. Recortes que sí afectan al resto del personal, del que en realidad depende  la mejor prestación de los servicios públicos, lo que está provocando una suerte de desafección de los empleados públicos profesionales hacia quienes los dirigen y generando más desmotivación en quienes últimamente sólo reciben noticias negativas.

            Además, el aumento del número del personal directamente político o con origen político en las Administraciones españolas, tiene como consecuencia añadida la existencia de una significativa bolsa de voto cautivo, que es más representativa cuanto más bajo es el nivel territorial en el que nos movemos.

            A la ocupación de la sociedad por los políticos (tema sobre el que no podemos abundar aquí), debe añadirse, pues, la ocupación de la Administración por los políticos, lo que ha generado la pérdida de su imparcialidad y su consecuente desnaturalización, la pérdida, en fin, de buena parte de su calidad, lo que es tanto como decir la pérdida de calidad del área de la democracia más próxima al ciudadano.


N





martes, 5 de febrero de 2013

Contabilidad pública y partidos políticos


El Barómetro Global de la Corrupción de Transparency International de 2010 expresa que los partidos políticos son percibidos como la institución más corrupta en todas las partes del mundo y que ocho de cada diez personas consideran a los partidos políticos como corruptos o extremadamente corruptos. Ellos lo saben, pero sólo en algunos países son conscientes de su situación e intentan enmendarlo haciendo leyes que los obligan a controlar mejor sus gastos, a ser más transparentes y a ocupar en la medida justa los organismos públicos. Para ello hace falta tener una altísima conciencia democrática, pues como es conocido nadie tira piedras contra su propio tejado.

No parece el caso de los partidos españoles. La Ley Orgánica de financiación de los partidos políticos, 8/2007, de 4 de julio, en lugar de poner coto a su excesivo gasto de funcionamiento (primordialmente el que supone la publicidad electoral), de controlar su endeudamiento y las sombras que hay sobre su cancelación y de corregir su gran burocratización, en lugar, en fin, de exigirles control, eficiencia y austeridad, aumentó en un 20% las subvenciones ordinarias, que constituyen el capítulo más importante de sus recursos. A cambio, prohibió las donaciones anónimas, que como las nominativas siempre han sido muy escasas. 
 
El Informe del Tribunal del Cuentas de fiscalización de los estados contables de 2006 de los partidos políticos con representación parlamentaria en las Cortes Generales o en las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, el último publicado en la web correspondiente cuando se redactan estas páginas, pone de manifiesto la existencia de ayudas públicas no previstas por la Ley, la generalizada exclusión de la contabilidad de la actividad económico-financiera de la organización local y de sus grupos municipales, la renegociación y cancelación de operaciones bancarias de crédito en términos oscuros, la exorbitante desproporción entre la financiación pública y los demás ingresos, etc. Y todo sin considerar, pues no aparece en el informe, que hay una cantidad enorme de personal de confianza que, aunque oficialmente trabaja para los representantes políticos en las instituciones públicas, en verdad ocupa la mayor parte de su tiempo en labores de asistencia a los partidos políticos.
 
(Según anuncia la prensa, pues en el momento anteriormente expuesto aún no consta en su web, el Informe del Tribunal del Cuentas de fiscalización de los estados contables de 2007, entregado al Congreso en 2012, los partidos políticos recibieron 281 millones de euros en subvenciones, en tanto que ingresaron por otros conceptos 67,9 millones de euros).

Si no fuera por los informes del Tribunal de Cuentas sobre los partidos políticos (que se publican en el B.O.E.), nada sabríamos sobre su situación interna, por lo que su necesidad es evidente, pero debe apuntarse que los miembros de dicho tribunal son elegidos a partes iguales por el Congreso y el Senado (con la misma proporción y por los mismos órganos se eligen ahora los miembros del Consejo General del Poder Judicial), donde mandan los núcleos duros de los partidos políticos, y que los informes son remitidos a Las Cortes y ahí se quedan, es decir, se remiten a los mismos que están siendo fiscalizados.

En el índice de percepción de la corrupción de 2011 de Transparency International, que encabezan como menos corruptos Nueva Zelanda, Finlandia y Dinamarca, España se presenta en el puesto 31, con una discreta nota de 6,2. Parece una situación acorde con la imagen que ofrecen los partidos, o incluso más alta, dado el escaso aprecio que la clase política tiene entre los españoles. No en vano, los últimos barómetros del CIS sitúan a la clase política, los partidos políticos en el tercer lugar entre las preocupaciones de los encuestados, sólo detrás del paro y los problemas de índole económica.

(Puede leer el libro completo de La Democracia retórica en pdf pinchando sobre la imagen que hay en la columna de la derecha)