miércoles, 28 de noviembre de 2012

La Democracia retórica en papel





La Democracia retórica ha entrado en el programa de librerías de Bubok. Ahora, puedes tenerla en papel pinchando sobre la imagen que aparece a la derecha o, con descuento del 30%, en una de las librerías asociadas a Bubok.

 


 

martes, 27 de noviembre de 2012

De Conquista al Navalengua




 

            El término municipal de Torrecampo es mucho más largo de Este a Oeste que de Norte a Sur. De hecho, por el Oeste llega hasta el mismo casco urbano de El Guijo, al que rodea siguiendo su circunvalación, de modo que los depósitos de agua de esa villa están dentro del término de Torrecampo. Por el Este, llega hasta poco más de dos kilómetros de Conquista, villa que tiene una ermita dedicada a San Gregorio (protector contra la plaga de la langosta) tan cerca del término de Torrecampo que el Ayuntamiento de Conquista ha debido pedir autorización al de Torrecampo para construir recientemente unos servicios adscritos al uso de la ermita, pues se hallan dentro del término de este último. 

             Digo todo esto para justificar que, aunque llevo más de media vida trabajando en Torrecampo, no había tenido noticias de la existencia en su término de una presa construida cerca de Conquista con el fin de generar la electricidad necesaria para la explotación de una mina que fue abandonada hace muchos años. 

             Desde que la Confederación Hidrográfica del Guadiana se puso en contacto con el Ayuntamiento de Torrecampo para solventar algunos trámites administrativos relacionados con dicha presa, han sido varias las veces que he visitado el paraje donde se encuentra, y todas ellas me ha parecido digno de contarse lo que he visto y lo que he sentido.

            Para hacer partícipes a mis compañeros de marcha de algunas de estas emociones, les propuse como ruta para el domingo pasado una que discurría por este hermoso lugar, y la tracé de manera que yo mismo pudiera ver algunos territorios nuevos.

            Salimos de Pozoblanco a las 7:30, o quizá un poco más tarde, y viajamos hacia Villanueva de Córdoba contemplando de frente el cielo absolutamente incendiado que el sol, todavía oculto, avivaba sobre varias líneas de nubes mansas. En Conquista, poco después, aparcamos el coche frente a un solar que aún conserva en el muro que lo circunda la puerta de la edificación que lo ocupó, con unas jambas y un dintel de granito de carácter monumental. Conquista (como Torrecampo, como El Guijo y como la mayoría de los pueblos de Los Pedroches) no ha contado tradicionalmente ni con un clero rico ni con grandes potentados, por lo que ni hubo ni hay grandes edificios y los signos de distinción de su clase más elevada se limitan a elementos arquitectónicos como estos, que ahora su ayuntamiento protege con buen criterio.

             En Conquista, tomamos la carretera de La Garganta, hacia el Norte, por la que circulan muy pocos vehículos (nosotros, de hecho, no vimos ninguno). La vía deja a la izquierda unas paredes enormes de piedra de granito y luego, tras dejar el cementerio municipal a la derecha, baja suavemente de cota en dirección al río Guadalmez, teniendo siempre a la vista la sierra de La Garganta, cuyos puntos más altos sobrepasan los mil metros. El paisaje es sumamente idílico, casi de canción pastoril, con sus ovejas y sus borregos, sus casitas de teja roja, sus prados de un verde chillón, sus retamas, sus encinas (que ahora tienen muchas hojas nuevas), sus bellotas y su soledad, sobre todo, su soledad.

             Al cabo de un kilómetro y medio, nos desviamos a la izquierda, hacia el Oeste, en un punto en el que un cartel señala una ruta de senderismo y otro un edificio público religioso. Uno de ellos, que tiene el logotipo de la Junta de Andalucía, dice: “Ruta de Navagrande”. Y el otro: “Ermita de San Gregorio. 2,5”. (Tanto nivel de detalle tiene un porqué en esta crónica, como luego veremos). 

             A unos cuantos metros de la desviación, dejamos a la izquierda unas minas de bismuto abandonadas que debieron de tener cierta relevancia, a tenor de lo majestuoso del edificio (cuyo uso desconozco) que emerge entre el bosquecillo de eucaliptos que llega hasta el sendero.

             Poco antes de los dos kilómetros y medio que rezaba el cartel, el camino que traíamos se cruza con otro que va de Norte a Sur y que tiene en dirección Sur, a poco más de doscientos metros, la mencionada ermita de San Segrorio. Pero hete aquí que el camino está cortado en el mismo cruce con unas placas de chapa. Es cierto que las placas se apoyan una contra otra y se pueden apartar, lo que permite el paso de los caminantes, pero no deja de ser menos cierto que están colocadas sobre un camino público, de los más “públicos” que uno pueda imaginarse, y público quiere decir para que todo el mundo pase (vecinos de Conquista, españoles y extranjeros), andando, en bicicleta, en coche o como a cada cual le dé la gana, sin tener que molestarse en abrir y sin hacerse responsable de si ha cerrado bien o no, de si los animales se han escapado, o de si han provocado un accidente. 

             La ermita de San Gregorio es pequeña, pero conserva la gracia de la sencillez y las vistas son espectaculares. Se halla a la vera del camino que hace frontera con el término de Torrecampo, de manera que la romería y la fiesta que la rodea se celebran en ambos términos municipales, Conquista y Torrecampo. La ruta de Navagrande continúa por este camino hasta Conquista. Nosotros nos hemos vuelto al cruce y hemos seguido por el que traíamos, hacia el Oeste, ya en el término municipal de Torrecampo, que se halla cortado más adelante por dos veces, una con unos portones con candado y otra con una malla de alambre.

             Al llegar al camino Real de Villanueva de Córdoba a La Mancha, nos hemos dirigido hacia el Sur. Para llegar al pantano de Navalengua hay que girar al Oeste dos kilómetros más adelante. Entonces, enseguida, el caminante se topará con un paisaje propio de Almería, o incluso de Arizona, que ha sido provocado por la extracción de áridos y la posterior erosión del agua.

             La tierra que han perdido estos altozanos ha ido a parar al pantano del Navalengua, donde se han sedimentado, provocando el colmatado de la parte media de la vaguada. En ese sitio, han crecido numerosas plantas acuáticas, algunas de ellas de especies invasoras, entre las que en determinadas épocas del año pueden verse a cientos de patos, varias parejas de cigüeñas negras y otras muchas especies de aves relacionadas con el agua.

             Desde el dique, por cuyo rebosadero caía el agua con estrépito, hasta la cola, el pantano tiene cerca de un kilómetro. Nosotros hemos recorrido casi en su totalidad su orilla Este, nos hemos sentado a comer a su vera y, totalmente reparados, nos hemos vuelto a Conquista por el camino de la Posada del Pastor. 

 

viernes, 23 de noviembre de 2012

Una maraña de políticos, personal de confianza, funcionarios y personal laboral



Como los brigadas encargados de la cocina del que fue mi cuartel, a los que me he referido un par de entradas más abajo, muchos jefes de la Administración no intentan solucionar los problemas de fondo del sistema. Por un lado, siguen obligando a parte del personal al ejercicio de un trabajo excesivo sin el acompañamiento de una mayor gratificación, y, por otro, para superar la exigua productividad de sus subordinados y sus propios errores acuden a la fórmula de incrementar el número de los recursos humanos.
En general, la Administración española posee más servicios de los que se puede permitir de acuerdo con los recursos del país, dedica a su funcionamiento y al control de las relaciones entre las instituciones que la integran unos recursos desmesurados, tiene algunos servicios escasamente dotados de personal, que salen adelante por el enorme compromiso de quienes trabajan en ellos, y dispone de muchos otros dotados en demasía o en los que la sociedad se gasta más de lo que recibe como retorno. Dicho de otra forma, las pretensiones de la Administración están muy por encima de sus posibilidades, su actividad podría ser muy inferior sin menoscabar sus resultados, el número de sus efectivos es superior a lo que necesita, sus recursos están mal distribuidos y, normalmente, en cada uno de los servicios no hay una adecuada organización del trabajo.
A esa excesiva dotación de personal debe añadirse el exceso de cargos políticos, muchos de ellos con dedicación exclusiva o parcial, así como el impresionante número de personal de su confianza, casi totalmente prescindible, que trabaja más para los partidos políticos que para la institución que les paga.

(Puede leer el libro completo de La Democracia retórica en pdf pinchando sobre la imagen que hay en la columna de la derecha)


 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

El mejor jamón del mundo



 

                Mientras repasaba las fotos de la dehesa que hice en la ruta del domingo pasado, qué casualidad, he oído en la radio a un señor hablando de lo bueno que es el jamón de Jabugo, de Extremadura y de Guijuelo, esto es, de las cuatro denominaciones de origen de jamón ibérico que existen sólo ha dejado fuera a la de Los Pedroches. Que conste que no era un señor entendido, sino un vulgar consumidor de jamón (el adjetivo "vulgar", aquí, está puesto a conciencia), como debe de haber muchos, lo que me ha recordado a aquel refrán que habla de la desigual relación que existe entre la fama y el mérito: “Unos crían la fama y otros cardan la lana”.

             Muchos criadores de cerdos de Los Pedroches se quejan de que la reglamentación del jamón ibérico está hecha para la “cantidad”, porque detrás de la cantidad hay muchos votos, y no para la “calidad”, que es difícil de obtener y tras la cual hay pocos votos. Por eso, la reglamentación llama cerdo ibérico a cerdos que no son ibéricos puros, sino sólo cruzados con ibéricos (especialmente los duroc), y se empantana a la hora de clasificar la forma en que se ha alimentado el cerdo (cebo, recebo, campo y bellota). 

 Para obtener un buen jamón, como ocurre con cualquier producto, lo esencial es tener buenas materias primas. Lo primero, por supuesto, tener un buen cerdo. Si se dice que el buen cerdo es el ibérico, pues, obviamente, un cerdo ibérico puro (y no solamente un cerdo negro o de pata negra, color que pueden proporcionarlo otras especies), ya que lo contrario sería dar gato por liebre. Y si se dice que el cerdo ibérico puro debe ser de campo y estar alimentado con bellota, es imprescindible, obviamente, tener un buen bosque de dehesa, dado que este bosque está formado por encinas, que son las que dan las bellotas. (El frío seco, en estos tiempos, se genera con instalaciones mecánicas iguales en todas partes y la transformación se realiza tanto aquí como allí de la mano de técnicos que aprenden en las mismas escuelas, por lo que ni uno ni otra son verdaderamente relevantes).

Como lo obvio no necesita demostración, no voy a cansar a nadie con más argumentos y voy a ir directamente al grano: Los Pedroches tienen los mejores cerdos ibéricos puros y el bosque de dehesa más extenso y mejor conservado. El que lo dude, que se dé una vuelta por esta singular comarca de la periferia de Andalucía, o, si es uno de los pacientes seguidores de esta página a los que esta fortuna no le es posible, que mire en una de esas webs que muestras con detalle cada árbol y rastree su territorio, especialmente el ubicado más al Este. El que dude de cuanto le digo, en fin, que coma jamón en algunos de los restaurantes de la zona o que pruebe uno con la denominación de origen “Los Pedroches”, el mejor jamón del mundo. 

 La ruta que hemos seguido parte de la carretera de Pozoblanco a La Canaleja, como a dos kilómetros del campo de golf municipal de Pozoblanco, y toma el Oeste en un punto que hace límite con el término de Añora, por el que ha discurrido todo nuestro periplo. El camino del Toril Alto, que así es como se llama el primero que hemos tomado, es ancho y cómodo, y se abre entre bosques de encinas relativamente jóvenes y prados muy verdes, en los que pastan vacas de carne y de leche, caballos y, sobre todo, cerdos, que ahora están aprovechando la montanera. 

 Estamos en la zona más alta de la penillanura de Los Pedroches y prácticamente en el límite de las cuencas del Guadalquivir y del Guadiana, de manera que los arroyos que nacen aquí van hacia el Sur, hacia el Guadalquivir, en tanto que lo que nacen un poco más al Norte son tributarios del Guadiana. Arroyos, con lo que ha llovido, hay por todas partes. Los mismos caminos son un arroyo. Especialmente lo es el que lleva del paraje del Toril Alto al de Cerro Castillo, que debe bajar casi cien metros de cota hasta su encuentro con la carretera de Pozoblanco a Villaharta. En su último tramo, el de más pendiente, el caminante debe andar por algunos momentos con las botas metidas en el agua, que corre sobre la roca de pizarra de pared a pared. Por cierto, la pizarra, que no el granito, es la protagonista geológica de este territorio, en el que chocan las tierras agrícolas mejores (la Jara) con las de menor calidad (la Serrezuela).

 En la llanura del paraje de Cerro Castillo hay muchos chalets modernos, vestigios de la época visigoda y, en los montes que lo rodean por el Este, numerosas trincheras de la Guerra Civil, pues aquí estuvo uno de los frentes más cruentos de la denominada batalla de Pozoblanco. Nosotros no nos hemos parado a ver las trincheras, ni los vestigios visigodos, ni los chalets, ni hemos caminado hacia la zona central de la planicie, y nos hemos vuelto sin pararnos por el mismo camino, aunque luego hemos tomado otro más angosto y más estrecho, de los llamados de herradura, que nos ha devuelto al del Toril Alto tras hacer un buen trayecto por el que la cartografía del Instituto Geográfico Nacional denomina de la Cucharera. 

 Como la caminata ha sido corta, no hemos hecho ganas de comer sino al final, de modo que al terminar nos hemos ido al pantano que hay en la cabecera del arroyo Santa María, que está muy próximo, y allí, sentados a la vera del agua, hemos tomado un bocado en el que, al contrario que otras veces, no ha habido jamón de Los Pedroches. Una verdadera lástima.