domingo, 27 de diciembre de 2015

Chocolatada en La Guizuela

                La asociación para la defensa del Patrimonio Histórico de Pozoblanco Piedra y Cal, de la que formo parte, ha organizado junto a la fuente de La Guizuela, ubicada en un anchurón del camino de Añora, una chocolatada reivindicativa para “demandar el arreglo y mantenimiento de las fuentes públicas que existen en los extrarradios de Pozoblanco”.  Los que hemos asistido hemos oído la declaración, hemos tomado chocolate y dulces caseros y hemos departido un rato con otros asistentes, que en este tipo de actos siempre suelen ser los mismos, casi ninguno joven, por cierto.

                En las conversaciones han menudeado los recuerdos que nos provocaba esa fuente y las demás que había en nuestra niñez y han salido a la luz algunas soluciones posibles, que pasan a corto plazo por adecentar los pequeños ejidos que rodean a los manantiales (actuación que corresponde al Ayuntamiento) y que a largo plazo pasan ineludiblemente por la concienciación social, en la que deben tener un papel determinante todas las instituciones públicas y algunas de las privadas.


           Rafael y yo hemos llegado a La Guizuela media hora antes de que empezase la concentración, después de hacer a pie una ruta que nos ha llevado por caminos de Dos Torres y Añora, en la que hemos podido comprobar otra vez el enorme deterioro ambiental que sufren los ruedos de esos dos pueblos y Pozoblanco. Está página se honra de ser de Los Pedroches, y en ella me refiero constantemente, tanto por escrito como en imágenes, al gran valor paisajístico que tienen, pero no puede soslayar el pésimo estado medioambiental en que se encuentran los alrededores de los pueblos de la comarca en la que nací y en la que habito, y especialmente los alrededores de esos tres pueblos a los que amo.

Ya sé que Los Pedroches es una comarca ganadera y que el impacto de la ganadería intensiva sobre el paisaje es demoledor. Lo sé. Pero he visto otras comarcas ganaderas y puedo decir que en ellas se trata con más cariño al medio físico que en la nuestra. Sé, por ejemplo, que las ovejas tienen que beber, pero sé también que pueden hacerlo en bebederos feos y en bebederos corrientes, y que pueden hacerlo en bañeras de desecho, que es donde sistemáticamente beben muchas ovejas de Los Pedroches. Igual que sé que hay muchas formas de cercar un terreno y una, tal vez la más fea, es aprovechando somieres viejos y palés de madera. Sé que el estiércol se puede recoger o no. Sé que las vacas se puede tener en sus cercas o estabuladas en los caminos o en los cauces de los arroyos públicos. Sé, en fin, que las enramadas de los animales y los cobertizos de la paja se pueden hacer donde más o donde menos estorben al paisaje y que se pueden hacer menos feos, feos y horrorosos.

Está bien tener los pueblos de dulce, como están la mayoría. Pero eso no es suficiente. Hay que tener también el campo, empezando por el más inmediato, que es el que forman los ruedos de los pueblos, a donde cada vez sale más gente a pasear, por prescripción médica o por puro placer. Los paseantes no tienen conciencia de grupo de presión, son mansos y no saben manejar su voto. Si lo hicieran, se constituirían en asociaciones y demandarían sus derechos, entre los cuales uno de los más importantes es el de encontrarse con que se respetan los caminos y los cauces de los arroyos, pero también el aire que respiran y el horizonte sobre el que extienden su mirada.